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Este síndrome vacacional afecta a quienes no saben relajarse y para ellos el periodo estival acaba convirtiéndose en una pesadilla.

La llegada del calor nos anuncia el verano y con ello las vacaciones, un periodo de tiempo en el que la mayoría de la gente disfruta del ocio, el descanso y los suyos, pero para otros muchos, sobre todo los que no saben relajarse, se convierte en una pesadilla y sufren la llamada depresión de la tumbona.

Es el término con el que los doctores de la clínica psiquiátrica Wagner-Jauregg de Linz, en Austria, bautizaron a la «amenaza psicológica» de las vacaciones, la época supuestamente más esperada del año y que, sin embargo, pasa factura a algunos, que no pueden digerir un corte tan brusco tras un año de tensión. La psicóloga María Jesús Álava Reyes, autora de La inutilidad del sufrimiento, el libro de psicología más vendido en España, o Trabajar sin sufrir, analiza en una entrevista este tipo de depresión y la forma en la que salir victorioso de las vacaciones.

Llega el verano, el calor, que además llega de golpe, y con ello las vacaciones tras un año con un nivel de tensión constante y haciendo un sprint final en el trabajo para dejarlo todo más o menos en su sitio. Esa «aceleración final» en el trabajo es «bastante peligrosa», según pudo constatar Álava en su gabinete de psicología, «porque te añades una tensión enorme que luego, en muchos casos, genera ansiedad e incluso angustia». El cerebro, a veces, en esa circunstancia, no hace caso de inmediato a la exclamación de ¡ya, vacaciones! y pasa factura por todo el esfuerzo realizado: «ahí es muy normal, y cada vez es más constante, que se tengan crisis de ansiedad enorme, e incluso depresivas, a los dos o tres días de empezarlas».

INTRANQUILIDAD POR LA ACTUALIDAD Son situaciones que los psicólogos están observando de forma muy frecuente en España porque «la sensación de vacaciones es de hasta cierta intranquilidad», pues muchas personas en el contexto actual piensan «qué va a pasar en septiembre y qué nos vamos a encontrar con la situación económica que tenemos». Al tener más tiempo para pensar y no ver esperanza, sólo incertidumbre, se produce más ansiedad e irritabilidad, como la que sienten también otras personas, simplemente, por la llegada del calor de golpe, sin avisar , y por la mayor convivencia con la pareja e hijos en verano.

El exceso de calor afecta especialmente a niños, personas mayores y a aquellas que tienen la tensión muy baja. Les produce, según la psicóloga, cansancio, agotamiento, apatía, decaimiento, astenia, «una sensación de malestar que rápidamente pasa a un negativismo muy grande, a un malhumor casi constante». Cuando al calor se le une la falta de sincronización con las vacaciones de los niños, se le suma «un elemento de tensión y estrés enorme para muchas familias, que tienen más o menos organizados los horarios y su vida en el curso escolar» y de repente deben buscar cómo ocuparlos, en campamentos, colonias o con los abuelos.

En realidad, la depresión de la tumbona llega, en todos estos casos mencionados, tras un año con «objetivos sobre nuestras cabezas», tanto en el trabajo como en la familia; un sobresfuerzo que está llevando a muchas personas al consumo de ansiolíticos y antidepresivos, que «se ha disparado». Entonces, cuando en vacaciones nos permitimos parar un poco, «el organismo termina haciendo crack».

LA SOLUCIÓN
. Y cómo se recupera esa energía psíquica: primero, descansando. Es esencial ya que cuando dormimos, además de descansar físicamente, bajamos los niveles de ansiedad a cero. Con una siesta, de 20 a 30 minutos, se descarga tensión y se vuelven a cargar energías.

Pero también, hay que ponerse en forma físicamente porque aumenta el nivel de los neurotransmisores, como la serotonina, una sustancia directamente implicada en el control de los estados de ánimo. Nadar o pasear por ejemplo es muy bueno, y si se pasea que sea por la mañana. No es aconsejable, sin embargo, en esta época del año hacer footing o carreras de fondo por el calor. Hay que aumentar el consumo de agua porque de lo contrario baja la tensión y uno se siente más triste.

NUEVAS ILUSIONES.
Pero esta puesta a punto del cuerpo tiene que ir acompañada de algunas estrategias para conseguir ilusionarse de nuevo, que es lo prioritario para salir de esta situación depresiva. Para ello, hay que marcarse una serie de objetivos que realmente ilusionen a uno y ver cómo los comparte con el entorno. Hay que estar activo, salir de casa, aunque no apetezca. Lo último es quedarse viendo la televisión o tumbado, dándole vueltas a la cabeza, porque «en ese momento la cabeza suele ir bastante en nuestra contra», según Álava. Recuperar amigos con los que uno se siente bien, leer libros estimulantes y, los que no pueden desconectar del trabajo, olvidarse del portátil y el móvil de empresa. «Las vacaciones son sagradas», subraya

Para afrontarlas y salir victorioso de ellas, hay que planificar unas vacaciones realistas, porque con frecuencia se tienen en mente muchas actividades, como si el tiempo fuera infinito. Pactarlas con el entorno, pero también dejarse tiempos para cada uno. Pero los cambios tienen que ser graduales: antes de partir, conviene quedarse tres o cuatro días en casa, donde tenemos más comodidades, y la vuelta igual, unos días antes de empezar a trabajar.

Fuente: Efe / Madrid